como comienzan todos los días,
con la luz hecha verbo
cuando nombra
el esplendor de las flores
y tu sombra se desviste
de la túnica pálida de la Luna,
y se prologa en la sombra
del viejo roble que me habita...
Me afano
en aprehender los soles entre mis manos,
y dibujar el calor de tus labios
cuando me besas
con ese imperceptible trazo
que la crueldad de la distancia
nos impone.
Y ya no soy
luciérnaga de noche
muriendo a cada instante
en esa llama pequeña
que ilumina mi nada.
Soy colibrí,
mariposa y abeja
libando de ti
el dulce néctar
que alimenta mi esencia.
Jose Huete García
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